¿Y LAS PEQUEÑAS EMPRESAS… NECESITAMOS INNOVAR?

Estamos claros que las grandes empresas necesitan innovar constantemente para consolidar sus operaciones y diversificarlas, pero nosotros “¿Para qué, si no tenemos los recursos suficientes?” “Lo que necesitamos es vender, vender, vender”, “Cuando crezcamos nos enfocaremos en innovar, por ahora queremos sobrevivir”, “si a los demás les resulta a mí también me va a resultar, no necesito hacer algo diferente, repito lo que hace y listo”. ¿Cuántas veces habremos oído estas formas de pensar entre los dueños de pequeñas empresas, de boca de nuestros jefes, o lo hemos pensado nosotros mismos?

Hace unos días veía con mucho gusto el emprendimiento de unos amigos con un crecimiento y posicionamiento bastante prometedor. Pensaba en cómo había hecho Carmen para que, en menos de un año, su Ludoteca dirigida a niños en edad preescolar haya podido despegar, cuando muchos otros negocios con 2 o 3 años no lo hacen. Pensaba también en Juan Carlos, quien con mucho esfuerzo y consistencia está posicionándose con su Estudio especializado en Derecho de Familia. Creo que encontré dos factores importantes: hacer las cosas en forma diferente y ser constante.

¿Hacer las cosas en forma diferente?

¡Por supuesto que Sí!, en un mercado saturado de oferta similar se hace necesario crear un producto o servicio con características diferenciadas, que las personas necesiten y valoren.

No estoy diciendo que tengamos que reinventar la pólvora necesariamente, pero hacer un esfuerzo extra por complementar nuestras distintas experiencias para enriquecer una propuesta que deseemos lanzar al mercado, va a ser muy interesante y habrá mayores probabilidades de tener resultados positivos. Adicionalmente, si es algo en lo que creemos realmente, buscaremos información, aprenderemos, y desplegaremos la pasión suficiente para que llegue a ser el proyecto que esperamos.

¿Ser constante?

¿No es obvio? ¡No, no es obvio!, un emprendedor invierte mucho combustible para despegar, y naturalmente al consumirlo, puede ir perdiendo velocidad e incluso quedarse en el camino. Como emprendedores urge nutrirnos de resiliencia y disciplina para generar hábitos que ayuden a nuestro negocio a crecer.

¿Está bien, puede ser cierto, pero… cómo podemos empezar?

Analizar oportunidades en el mercado actual: ¿Qué hace falta?, ¿en qué aspectos vemos clientes insatisfechos?, ¿qué tipo de negocio podría complementarse bien con la experiencia que tenemos? Son algunas preguntas que podemos responder.

Benchmarking: ¿Qué hacen y cómo lo hacen los mejores?, no para hacer lo mismo, sino para hacerlo a nuestra manera particular, con nuestra propia experiencia y con nuestro sello.

Identificar aquello que me hace diferente al resto y que valora nuestro cliente: porque ese será el punto de partida para crecer, desarrollarnos y ser rentables.

Mantenernos actualizados: con las últimas tendencias sociales, tecnológicas, de las novedades en nuestro escenario de acción, con las variables externas que puedan estar afectando o impulsando nuestro negocio.

Cuestionar el status quo: Cuando nos empecemos a sentir cómodos porque ya dominamos las cosas, será necesario preguntarnos qué podemos hacer mejor de como lo estamos haciendo hoy, y a partir de ahí mejorar los procesos, los productos o los servicios.

Contar con gente innovadora en nuestro equipo, estando dispuestos a alimentar ese espíritu innovador, a generar confianza mutua y a aceptar la colaboración.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *